Por Ángela.María Gómez on Jueves, 03 Julio 2025
Categoría: Nuestras Voces

Menos títulos, más valores: una reflexión sobre poder, ética y liderazgo

Hoy asistí a una charla en la que un coach destacaba con orgullo que había sido el acompañante de un alto directivo empresarial. Lo que no mencionó fue que ese empresario perdió su empresa por malas prácticas y decisiones alejadas de la ética.

Me quedé pensando… ¿De qué nos sirve presumir vínculos con el poder, si esos referentes no construyen desde la integridad? ¿Cuándo dejaremos de admirar solo los cargos y empezaremos a valorar más los principios y el impacto positivo que las personas dejan en los demás?

Tal vez sea momento de cambiar la conversación: menos títulos, más valores.

Michael J. Sandel, en *Lo que el dinero no puede comprar*, lanza una pregunta demoledora: ¿Hay algo que el dinero no debería comprar? El autor nos recuerda que, cuando dejamos que la lógica del mercado penetre en todos los aspectos de la vida, desde la educación hasta la naturaleza, corremos el riesgo de perder nuestro sentido moral.

Un ejemplo doloroso: en Sudáfrica, se organizó una subasta para permitir que una persona cazara legalmente al último rinoceronte negro de cierta región, bajo la excusa de que los recursos obtenidos serían destinados a su conservación. ¿Hasta qué punto se justifica sacrificar una vida en nombre del mercado? ¿Puede la moralidad coexistir con la lógica de la oferta y la demanda?

Sandel nos advierte: la mercantilización excesiva puede erosionar los valores que no tienen precio —la dignidad, la vida, la compasión, la justicia—.

John Gerard Ruggie, creador de los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos de la ONU, lo plantea con claridad en su libro *Just Business* (*Solamente Negocio*, en español): “los derechos humanos no son una opción ética secundaria ni una externalidad a manejar, sino una responsabilidad básica del sector empresarial”.

Los negocios no pueden construirse desde la corrupción, la explotación o el silencio cómplice. Los cimientos de una empresa deben ser la ética, la transparencia y la justicia, no solo por una cuestión reputacional, sino porque lo que no se construye con integridad, tarde o temprano se derrumba. Tal como ocurrió con el empresario que mencioné al inicio.

En *La revancha de los poderosos*, Moisés Naím describe un mundo donde el poder no ha desaparecido, sino que se ha vuelto más difícil de controlar. Se multiplica, se oculta, se recicla. En esta lucha por imponerse, el discurso público muchas veces se reduce a una competencia de egos y narrativas de idolatría.

No importa si se actúa con integridad o se construye bienestar colectivo: lo que parece importar es a quién seguimos, a quién citamos, quién tiene más seguidores, más dinero, más poder. Esta lógica de “ganadores y perdedores” nos aleja de las preguntas esenciales: ¿quién cuida al otro? ¿quién construye comunidad? ¿quién lidera con propósito?

Nelson Mandela decía: “Lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido. Es el cambio que hemos hecho en la vida de los demás lo que determina el significado de la nuestra.”

Vivimos en un mundo donde admiramos demasiado los logros individuales y preguntamos poco por los medios con los que se alcanzaron. Nos hemos acostumbrado a normalizar la falta de ética como parte del “juego del poder”. Pero si queremos construir un futuro distinto —más justo, más sostenible, más humano—, necesitamos recuperar el valor de la exigencia ética. No solo hacia quienes están en el poder, sino también en nuestras propias organizaciones, en nuestras relaciones cotidianas, en nuestras decisiones diarias.

La humanidad enfrenta desafíos inmensos: la crisis climática, la desigualdad, la desinformación, la pérdida de sentido colectivo. No los resolveremos con más poder concentrado, sino con más ética distribuida. Necesitamos líderes que escuchen, no solo que hablen; que se midan por su coherencia, no por sus conexiones; que valoren más su legado moral que sus credenciales académicas o empresariales.

Hoy, más que nunca, es hora de preguntarnos:
¿Qué tipo de liderazgo estamos promoviendo con nuestros silencios, nuestras admiraciones y nuestras elecciones diarias?

Que el futuro se construya con personas íntegras, no con figuras infladas de poder sin propósito.


La opinión expresada en esta entrada de blog es de exclusiva responsabilidad de su autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Pacto Global Red Colombia.

Publicaciones relacionadas

Dejar comentarios