Eso que llamamos conversación, no es solo una sucesión de ideas expresadas en turnos por diferentes personas, sino un proceso de interacción y una expresión viva del vínculo entre seres humanos, que tiene como propósito la comprensión y el acercamiento, una conexión profunda y real. A través de la conversación se contagia una idea, se da fuerza y sentido a una acción, se alientan las emociones, se crean nuevas realidades. Por tanto, la conversación se convierte en una de las principales habilidades con las que debe contar un líder.
Cuando se hace de forma consciente, es quizás, el mejor ejemplo de la comunicación efectiva, pues, ello implica dominio, intencionalidad, comprensión y transformación, lo cual conlleva cambio, aprendizaje, crecimiento y ajuste, a un nivel íntimo y personal. Esto conlleva a concluir que, si no hay transformación, la comunicación no ha sido efectiva.
La mala noticia es que, a pesar de que aprendimos a hablar no nos enseñaron a conversar. De hecho, me atrevería a decir, vivimos inmersos en la creencia de que como sabemos hablar, sabemos comunicar; y es probable que nos sintamos unos expertos en ello. Pero no es así,
Dos preguntas para sustentar esta afirmación:
Claro que la pregunta clave que debería hacerse es si podría ser usted una de esas personas.
Y es que conversar no es un proceso mecánico ni unidireccional, no cumple unas reglas únicas ni exactas, no consiste simplemente en entregar información, ni siquiera está limitado por el habla, pues la palabra es simplemente una expresión limitada de nuestra capacidad comunicativa. En toda conversación están en juego emociones, sensaciones, pensamientos, creencias, valores, vivencias; y no solo están en juego, participan con gran protagonismo y se expresan con fuerza, no solo mediante la palabra, sino también a través de toda nuestra corporalidad.
Resulta evidente que un gran conversador tiene una gran capacidad para expresar, pero, en mayor medida, sabe escuchar. De hecho, la capacidad para expresar se fortalece al mejorar las habilidades para la escucha. Y es que expresar y escuchar son los componentes esenciales de la conversación y, aunque íntimamente relacionados, tienen claras diferencias.
La buena noticia es que la comunicación consciente, como cualquier otra habilidad humana, es susceptible de ser desarrollada y dominada. Llegar a ser un maestro en este arte, requiere dar y recibir, requiere apertura, requiere reconocer en el otro a una persona digna de respeto, requiere un trabajo sobre uno mismo, una reflexión interior que conlleve al desarrollo del nivel de consciencia.
Y dicho trabajo interior no busca solamente el autoconocimiento o la identificación de uno mismo, sino, también ganar control y coherencia en el proceso de comunicación, pues a través de dicho proceso se obtiene un mayor dominio de los pensamientos y emociones y se hacen visibles (para sí) las creencias, valores, ideas y supuestos que afectan la interpretación de la realidad y la manera como un líder se relaciona.
Para concluir, propongo que, al desarrollar sus habilidades de comunicación, el líder vigoriza su capacidad de influir en otros, pues esos otros se sienten comprendidos, disminuye las brechas entre el sentido de lo que quiere decir y lo que en efecto se expresa, alineando en torno de la estrategia, movilizando sus ideas y convirtiéndolas en acción, fortalece sus relaciones y forma vínculos más sólidos con quienes le rodean, impulsando la transformación y la consolidación de una cultura acorde con sus expectativas. ¿Qué líder no querría eso?
La opinión expresada en esta entrada de blog es de exclusiva responsabilidad de su autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Pacto Global Red Colombia.
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