Periodismo en la era del algoritmo

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Por: Eva Barreneche López - Abogada y consultora en Nuevas Tecnologías e Innovación

No soy periodista, pero sin duda no quisiera serlo en estos momentos. Hay un lío tremendo en las salas de redacción y sí: llegó el villano. La IA. Pero seamos honestos: el miedo no es a la tecnología, sino a lo que deja en evidencia. La inteligencia artificial está revelando la fragilidad de un oficio que depende de la confianza y que hoy enfrenta herramientas capaces de pulverizarla en segundos.

El episodio de El Espectador es un síntoma, no una anécdota. Su director, Fidel Cano, admitió que durante meses el diario publicó informaciones inventadas por un practicante que usó “mecanismos fraudulentos” y un “uso indiscriminado e irresponsable” de la IA para fabricar fuentes y citas inexistentes. Que un medio con 137 años de historia confiese algo así no es un simple error editorial: es una grieta ética que deja al periodismo colombiano expuesto, vulnerable y profundamente cuestionado.

La culpa no es de la IA. La raíz del problema está en la falta de controles, la precarización de los equipos, la velocidad exigida y la presión por producir más con menos. La IA no creó este contexto: simplemente lo volvió insostenible. Hoy cualquier redacción que no cuente con protocolos sólidos, alfabetización algorítmica y un compromiso real con la verificación está a un clic de terminar igual -o peor.

Esto ocurre además en un país donde la confianza en los medios está en mínimos históricos. Según el Digital News Report 2025 del Instituto Reuters, solo 32% de los colombianos confía en las noticias, la cifra más baja desde que Colombia comenzó a medirse. Y mientras tanto, las audiencias jóvenes migran en masa a plataformas digitales: el Digital News Report 2024 confirma que los colombianos urbanos consumen noticias principalmente online, siendo las redes sociales aún una fuente central del ecosistema informativo.

El problema es que, en ese entorno, distinguir un contenido genuino de uno generado por IA es cada vez más difícil. Como señala el artículo académico “Todo parece veraz: credibilidad de la desinformación producida usando IA desde la perspectiva de estudiantes de comunicación en España”, publicado en la revista Comunicación, los periodistas asocian el uso de IA con ansiedad, desconfianza y temor a perder control sobre la autenticidad. Aunque la tecnología puede automatizar tareas y mejorar la eficiencia, también amplifica sesgos, refuerza estereotipos y, si no se explica adecuadamente al lector, abre la puerta al engaño. Incluso en el periodismo de investigación, donde el análisis automatizado de grandes bases de datos puede ser una ventaja, la IA no sustituye la intuición, el criterio ético ni la responsabilidad humana.

Y aun así, seguimos hablando de la IA como si fuera Teresa o Rubí, mejor dicho: la mala de la novela. No lo es. Una máquina no decide publicar mentiras. Una máquina no redacta una noticia con mala intención. Una máquina no engaña a un editor. Las personas sí. Las redacciones sí. Los medios que adoptan tecnología sin reglas, sin formación y sin ética, también.

Por eso la pregunta real no es si la IA debe usarse o no, sino cómo y bajo qué condiciones.
¿Debe un medio avisar cada vez que un contenido fue asistido por IA?

¿Es aceptable que un periodista entregue un texto completamente generado por una herramienta sin revisión humana?

¿Quién es responsable cuando una mentira creada por IA es publicada: el practicante, el editor, la empresa o la máquina?

No soy periodista, pero soy ciudadana. Y como ciudadana exijo claridad. Quiero saber si los medios están preparados para usar estas tecnologías sin sacrificar su integridad ni su espíritu creativo. Quiero saber si la velocidad vale más que la verdad.

El periodismo no está siendo reemplazado por la inteligencia artificial. Está siendo puesto a prueba por ella. Lo que está en juego no es la supervivencia de los periodistas, sino la supervivencia de la confianza pública. Y esa, hasta ahora, no se puede automatizar.

Fuente: LA REPÚBLICA