¿Es posible un turismo sostenible?
Por: María Mónica Ruiz
Para Kiran Shinde, académico destacado en la investigación sobre turismo religioso, cultural y patrimonial y sus intersecciones con la planificación y gestión urbana en la Universidad de La Trobe (Australia), la idea del turismo sostenible es una utopía. Durante la International Conference of Hospitality and Tourism (ICOHT 2025), celebrada el 25 y 26 de julio en Kuala Lumpur con la presencia de más de cien instituciones académicas de 23 países, señaló inicialmente la contradicción entre el discurso de lo sostenible y una industria que moviliza millones de personas en aviones altamente contaminantes. ¿Quién asume esa huella de carbono? ¿El turista, la aerolínea, el hotel o el destino? Según él, compensar no es suficiente: la sostenibilidad exige también evitar impactos sociales y culturales. Shinde advirtió que el turismo, mal planificado, es una maquinaria que consume recursos, servicios y tiempo de las comunidades receptoras. Su propuesta: dejar de promocionar destinos hasta que no estén preparados, porque la promoción masiva sin planificación solo genera “sobreturismo”. Lo vemos hoy en ciudades como Barcelona, donde crecen las protestas contra un turismo invasivo que presiona los servicios públicos y desplaza a los residentes locales.
En la conferencia, por otra parte, se presentaron más de 120 estudios sobre inteligencia artificial aplicada a la estadística turística, economía circular y tendencias de mercado, pero pocos abordaron los impactos sociales del turismo, lo que muestra cómo aún persisten contradicciones fundamentales entre la actividad y la sostenibilidad. Si es posible construir capacidades locales “tempranas” para tomar decisiones colectivas entre comunidades, empresarios y gobiernos locales —lo que se denomina gobernanza turística—, es con base en la planeación con criterio y aplicación de estándares útiles, como por ejemplo, los del Consejo Global de Turismo Sostenible (GSTC). Fomentar la creación de comités multiactor que lideren las decisiones frente a capacidad de carga turística, diseño y elección del tipo de producto turístico que cultive sus valores culturales con reglas claras para controlar impactos al ambiente, mantener la comunicación tranasparente y fluida entre ellos en el territorio es parte de la respuesta.
Fuente: EL ESPECTADOR