El “efecto cobra” y la erradicación de la hoja de coca

La historia ha demostrado que pagar para eliminar una plaga solo multiplica la misma plaga, pues el incentivo perverso buscará mantenerse en el tiempo en un círculo vicioso

editorial 16092025 a63b2Evolución de los cultivos de coca en Colombia Foto: Gráfico LR

Cuenta la historia que uno de los mayores obstáculos que los ingleses tuvieron durante la colonización de India fue la cantidad de muertes e incapacidades entre sus tropas causadas por las picaduras o mordidas de serpientes cobra. Era una época a caballo entre los siglos XVIII y XIX cuando el colonialismo estaba de moda al mismo tiempo que el nacimiento de la economía como ciencia tendiente a solucionar problemas sociales, y con ello, su instrumento más eficaz hasta nuestros días: los incentivos.

El intento de solución al problema de las cobras fue pagarles a los indios un dinero por cada cabeza de serpiente que entregaran, como una fórmula infalible para erradicar el problema, en una suerte de “muerto el perro, muerta la rabia”, pero no sucedió así.

Una vez disminuida la población de serpientes, los indios empezaron a criar cobras para que los ingleses les siguieran pagando, lo que generó el “efecto cobra”, que los economistas la aplican a situaciones en las que para resolver un problema, la fórmula aplicada lo complica. El aprendizaje es que un incentivo mal aplicado puede tener consecuencias contrarias, que en lugar de solucionar malas situaciones o futuros ideales, la solución se transforma en un problema mayor.

La historia se trae a colación porque el gobierno colombiano le entregará a una empresa dinero para erradicar los cultivos de hoja de coca; es decir, el Gobierno actuará como los ingleses y la hoja de coca serán las serpientes, pues va a ocurrir lo mismo, cuando no haya más cultivos -unas 300.000 hectáreas- los mismos propietarios de los terrenos que albergan dichas plantas, pues simplemente renovarán las siembras en un círculo vicioso de nunca a acabar.

La mala idea es pagarle a una empresa casi $30.000 millones, unos $8 millones por hectárea, para que subcontrate cuadrillas de trabajadores quienes se encargarán de la erradicación manual. El gran problema del incentivo perverso es que se está generando una demanda de fuerza laboral en las mismas zonas cocaleras, de tal manera, que simultáneamente al avance de las áreas liberadas de coca, atrás vendrán las resiembras para hacer que el Estado vuelva a contratarlo. Y eso sin contar con los problemas de inseguridad sobre los erradicadores.

La única solución que no se ha puesto a prueba en Colombia es la expropiación a los dueños de las tierras en donde se encuentren cultivos ilícitos; hay un gran temor en los sucesivos gobiernos por tomar a los dueños de las tierras comprometidas en el país.

Siempre el debate se centra en las fumigaciones, las erradicaciones manuales, la sustitución de cultivos, la infraestructura para sacar otros productos, pero nunca se habla de la tenencia de tierras en lugares cocaleros, y cómo la propiedad ha sido la convidada de piedra en este tipo de delincuencia, que al final es lo que se transforma en asonadas contra las fuerzas militares que quieren hacer presencia en esos polígonos cocaleros.

El país urbano y rural, además de los tomadores de decisiones políticas, deben ser muy conscientes de que ya son varias las generaciones de cocaleros que se enfrentan al Estado para mantener su negocio bajo la excusa de pobreza, abandono y falta de oportunidades, razones muy alejadas de sus realidades más ligadas a la indiscutible cadena del narcotráfico que sigue evolucionando, volviéndose más productivo y comprando más actores en dicho ecosistema que tiene alto impacto en la economía colombiana, en indicadores como el precio del dólar, la informalidad y el contrabando.

Fuente: LA REPÚBLICA