Cuatro comunidades promueven el cuidado y avistamiento sostenible de ballenas en el Chocó
En el Golfo de Tribugá, cuatro comunidades del Pacífico colombiano lideran un modelo de avistamiento sostenible de ballenas jorobadas. Con saberes tradicionales y ciencia, protegen a estos gigantes marinos y al ecosistema que los acoge.
La entidad, Parques Nacionales, estima que cada año, entre julio y agosto llegan 3.000 ejemplares de ballenas jorobadas a las costas colombianas. | Foto: Getty Images / Marnie Griffiths
Por: Juan Camilo Paiba Castellanos
Cada año, entre julio y octubre, las aguas cálidas del Golfo de Tribugá, ubicado a 120 kilómetros de Quibdó, se convierten en el hogar de las ballenas jorobadas. De acuerdo con el Ministerio de Ambiente, estos cetáceos recorren más de 8.500 kilómetros desde la Antártida hasta este rincón del Pacífico colombiano, donde se aparean, dan a luz y enseñan a sus crías el arte de migrar.
En torno a este espectáculo natural, y con el fin de corregir prácticas que afectaban al ecosistema, comunidades afrodescendientes de Nuquí, Coquí, Termales y Joví han construido un modelo de avistamiento responsable que une tradición, ciencia y sostenibilidad.
El proyecto, apoyado por la Universidad Nacional de Colombia y la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas (CEMarin), comenzó en mayo de 2024 con el propósito de fortalecer la conservación marina y el turismo comunitario. A través de capacitaciones y espacios de diálogo entre biólogos, pescadores, científicos y guías locales, se diseñan estrategias de observación seguras y respetuosas.
“Aprendimos que las ballenas son seres sintientes y que cada medida tiene un sentido”, explica Edwin González, líder de Asortubira, una de las comunidades integrantes de la iniciativa.
Entre ciencia y tradición: el nuevo turismo del Golfo
La red nacional de datos abiertos sobre biodiversidad estima que en el Golfo de Tribugá hay 197 especies de peces. | Foto: Getty Images / Dido9306
En Joví, la asociación Cetáceos lidera el fortalecimiento de un turismo responsable. “Antes hacíamos avistamientos empíricos y muy cerca de los animales, esto alejaba a las ballenas”, recuerda Anlly Mosquera, vicepresidenta.
Por eso, ahora rotan horarios entre guías y marineros, para reducir el ruido de motores, y además limitan el número de personas por embarcación. “Se nota la diferencia: el agua está más limpia y las ballenas permanecen más tiempo”, explica Mosquera.
Para complementar este enfoque, en Coquí, la organización Humpac consolidó su trabajo con 16 integrantes que aprendieron a combinar la biología marina con los relatos locales. “El turismo responsable puede ser una herramienta de desarrollo si se gestiona desde la comunidad”, afirma Elian Martínez, integrante.
Además de respetar los protocolos de distancia y observación, los guías dedican parte de su labor a educar a los visitantes sobre la importancia de conservar este ecosistema único, “durante los recorridos informamos a los turistas sobre el cuidado del medio ambiente, nuestras especies y las del mundo; como el manglar, por ejemplo”, cuenta Anlly.
Por su parte, Asoturbira trabaja en el municipio de Jurubirá y agrupa a más de 7 familias que viven del turismo y la pesca artesanal. “Antes los lancheros cambiaban el aceite en el mar; hoy lo hacemos en puntos secos y lo disponemos de forma correcta. También prohibimos las mallas de pesca porque mataban todo el ecosistema”, señala Edwin.
Por último, en Termales y Partadó, Asioterpa avanza en su formalización como asociación. David González, su líder, explica que su prioridad es consolidar una tarifa estándar y formar guías certificados, esto, en su opinión, daría sostenibilidad económica a esos emprendimientos locales.
Trabajo fuera de temporada y nuevas preocupaciones
La UNESCO declaró en 2023 al Golfo de Tribugá nueva reserva mundial de la biosfera. | Foto: Getty Images / Kaveh Kazemi
Cuando finaliza la temporada de avistamiento —entre julio y octubre—, las comunidades se dedican a la agricultura, la pesca artesanal y la liberación de tortugas, actividades que complementan sus ingresos sin afectar el entorno. “Queremos que los visitantes se vayan sabiendo que el entorno no se daña, se contempla”, aclara.
Durante todo el año, las asociaciones se comunican por grupos comunitarios de WhatsApp donde reportan emergencias o prácticas inadecuadas. Esa red solidaria ha permitido que el golfo mantenga un control colectivo sobre su principal tesoro natural. “La naturaleza es nuestro trabajo y la amamos”, resume Edwin González.
Sin embargo, esa tranquilidad que buscan para la región enfrenta una amenaza intermitente: el proyecto de construcción de un mega puerto en Tribugá.
La propuesta fue radicada en 2016 por la Promotora Arquímedes S.A. y desestimada en 2020 por la ANI al no cumplir con todos los requisitos necesarios para su ejecución, no obstante, la sociedad manifestó en 2021 que no desistirá de conseguir vía libre para el desarrollo de su proyecto.
Al respecto, las comunidades expresan su rechazo a esa construcción. “Nos oponemos al puerto porque destruiría nuestra vida y la naturaleza”, dice González. Desde Coquí, Mosquera coincide: “No queremos turismo masivo ni barcos mercantes. Queremos vivir tranquilos y cuidar nuestro mar”.
Con todo, los representantes de las poblaciones de esta zona de la costa pacífica afirman, en palabras de Mosquera, que; “seguirán trabajando por consolidar un proyecto de vida que se ajuste a sus necesidades, a las del entorno y el de las ballenas, para así vivir todos en paz”.
Fuente: CARACOL RADIO